A mover, a mover, a mover el cu… a mover el cu…
Traseros femeninos que se deslizan y se untan en el pernil de la pantalonera de un tipo que levanta ambos brazos, mueve la cabeza y cuyo rostro sudoroso contiene un gesto de éxtasis.
El perreo es lo mío men… men… men…
¿Y si tocan una de la Santa?… ¡da lo mismo!, es fiesta, y entonces me muevo como El Cebollón, tres pasitos para adelante, uno para un lao… «¡Es la boa, la boa!»
Puerto Vallarta, y solo tuvimos que manejar dos horitas desde Guadalquivir, mi ñero… ¡dos horitas!
Salimos de la megalópolis a Guadalquivir, chupando que es gerundio, madrugada que se esfuma, noche que se disipa.
Y luego, esto será como lo que platicaba la agüela de Avándaro…
¿Mota?… ¡mota que soy orgánico!, allá los tíos esnifando y jugando a que se convierten en la bestia incontenible de poder.
¿Cuánto tiempo… cuánto tiempo?
Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual.
Salimos mi buen, a festejar el fin de año y a comprobarle al mundo que esa madre del virus es puro pedo, que nos quieren encerrar para luego controlarnos como a los pollos.
¡Ni madres!
Por los hombres y mujeres libres, ¡venga ese culo pa acá!